19 de diciembre de 2007

Reflexiones después de un muy buen periodo de mi vida (transformadas en palabras por la sensibilidad que provoca la despedida)

Es raro empezar por el final, a menos que hablemos de Memento o Irreversible, pero esto empieza porque me siento bien, demasiado bien.

Al principio era el trámite. Ya, me metí en este cacho de estudiar pedagogía y hay que darle nomá. Luego me fue gustando, de a poco se fue abriendo un mundo de cosas nuevas. Lo que más me gustó es que se puede construir, no es que me crea Bob ni nada, pero a eso es a lo que todos venimos al mundo, a construir.

Llegando Septiembre de este año se vino la práctica, como diría Hermes, ándate cabrito. En la cancha se ven los gallos. ¡Pelúo po!

Como siempre tiendo a dejarme llevar un poco por la vida, me ofrecieron un colegio que no había escuchado nunca en la vida. Pensé 3 minutos y acepté nomá.

Llego sin entender mucho lo que iba a pasar. Dos semanas y a los leones. Leones quinceañeros, revolucionados, inquietos, irreverentes, pero leones al fin.

Al principio, difícil. ¿Seré yo? ¿Serán ellos? ¿Tamos todos mal? Difícil de entender.

Lo extraño es que la solución estaba ahí mismo. Al mirar a estos terribles leones a los ojos me di cuenta que eran gente. ¡Personas! Increible wn. La zorra. Personas que piensan, que sienten, que se ríen de las mismas tonteras que tu, que tienen problemas, que buscan, descubren y sueñan.

Y eso era todo. Así de simple. Ahí es donde se aprecia el inmenso valor de la conversación. Y no se trata de tener la conversación mas profunda de la vida, sino que de cosas simples. El juego de computador, la pelea con la amiga, el profe que te pilló copiando, el color de la corbata...

Esto reafirma mi compromiso, un compromiso que adquirí conmigo mismo hace mucho tiempo. Dar todo lo que pueda por la gente, que es lo que de verdad construye, tanto en los demás como en mí mismo.

Y ellos me hicieron recordarlo.

Volví a trabajar con el corazón y sincronizarlo con la cabeza. Volví a ser yo.

Recordé lo importante que es trabajar con compromiso para que resulten las cosas.

Me dieron el mejor regalo que alguien puede recibir, cariño y respeto.

Y a esta hora, luego de toda el agua que pasó bajo el punte, estoy escribiendo lleno de emociones, nuevos amigos y experiencias, con una inmensa alegría por lo logrado, con pena porque se haya acabado, pero más que nada con la agradable sensación de sentir que pude lograr mis objetivos y que aún puedo lograr muchos más. Recordar que estoy vivo.

Ahora, con la frente en alto, estoy listo para seguir construyendo.

Muchas gracias a todos ellos. Por todo lo que, sin darse cuenta, me entregaron.